domingo, 1 de julio de 2007

MOISES 6:60

Moisés 6:60. “Por el agua”.
“El bautismo no es optativo si uno desea la plenitud de la salvación. Jesús dijo que las personas debían nacer del agua y del Espíritu (Juan 3:3–5).

Cuando Él envió a los Doce Apóstoles a enseñar el Evangelio, les dijo que todo aquel que creyera y se bautizara sería salvo; y quien no creyera sería condenado (Marcos 16:16)…

“El bautismo en el agua tiene varios propósitos. Es para la remisión de los pecados, para ser miembros de la Iglesia y para entrar en el reino celestial; es también la puerta que conduce a la santificación personal cuando a eso le sigue la recepción del Espíritu Santo” (véase en la Guía para el Estudio de las Escrituras, “bautismo”, pág. 23; véase también D. y C. 76:51–52).

Moisés 6:60. Justificación.
Ser justificado es ser hecho justo, o sea, libre de culpa y de pecado. El Espíritu Santo es el miembro de la Trinidad cuyo poder actúa como agente purificador que quita la culpa y el pecado de nuestra vida (véase 2 Nefi 31:17). El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “A través del derramamiento de la sangre de Cristo, somos limpiados y santificados; y somos justificados a través del Espíritu de Dios” (Doctrina de Salvación, tomo II, pág. 305).

Moisés 6:60. Santificación.
Ser santificado es ser santo y digno de la vida eterna y de la gloria inmortal (véase Moroni 10:32–33). Por medio de Su expiación perfecta, Jesucristo derramó Su sangre e hizo posible que todos los que tuviesen fe y se arrepintieran fuesen santificados (véase Mosíah 3:11, 18; Alma 34:10–16).
Por consiguiente, somos rescatados y santificados por la sangre de Cristo. El presidente Joseph Fielding Smith, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
“La Expiación por la cual los hombres son redimidos, la efectuó alguien sin mancha y sin contaminación. Tenía que ser alguien que tuviera vida en sí mismo y, por lo tanto, poder absoluto sobre la muerte. Ningún hombre mortal podía llevar a cabo la Expiación; es más, la Expiación debía ser efectuada por medio del derramamiento de sangre, ya que ésta es la fuerza vital del cuerpo humano…

“Las Escrituras están repletas de pasajes que enseñan que no podría haber remisión de los pecados sin el derramamiento de la sangre de Jesucristo” (en “Conference Report”, abril de 1956, pág. 127).

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