viernes, 12 de octubre de 2007
miércoles, 22 de agosto de 2007
Responsabilidades de bienestar de la Sociedad de Socorro.
“El obispo es el agente del almacén [del Señor y]... distribuye las ofrendas de los santos entre los pobres y los necesitados. Los quórumes del sacerdocio y la Sociedad de Socorro lo ayudan en la tarea” (Manual de Instrucciones de la Iglesia, Libro 2, pág. 309).
La presidencia de la Sociedad de Socorro de barrio:
1. Como miembros del comité de bienestar de barrio, la presidencia de la Sociedad de Socorro de barrio proyecta cómo prevenir y satisfacer las necesidades de bienestar de los miembros del barrio. La presidenta de la Sociedad de Socorro debe sugerir puntos que se deben tratar durante las reuniones del comité de bienestar de barrio y estar preparada para analizar las cuestiones e inquietudes que surjan en el mismo (véase Manual de Instrucciones de la Iglesia, Libro 2, págs. 383--384).
2. La Sociedad de Socorro ayuda al obispo al instruir a las hermanas sobre las doctrinas, los principios y las destrezas relacionados con el bienestar, durante las reuniones dominicales; las reuniones de superación personal, de la familia y del hogar; y por medio de las maestras visitantes (véase Manual de Instrucciones de la Iglesia, Libro 2, págs. 234 y 245). Por ejemplo, las líderes de la Sociedad de Socorro deben ayudar a las hermanas a entender:
a. Que el almacén del Señor “se establece cuando los miembros fieles consagran al obispo su tiempo, sus talentos, sus habilidades, su servicio caritativo, sus bienes materiales y dinero” (Manual de Instrucciones de la Iglesia, Libro 2, pág. 309; véase también D. y C. 42:29--36; 78:3--7, 13--14; 82:14--19).
b. Que la ayuda organizada de bienestar que pueda brindar la Iglesia no reemplaza al cuidado personal y caritativo que las personas deben dispensarse unos a otros.
3. La presidenta de la Sociedad de Socorro ayuda al obispo a evaluar las necesidades de las familias y de las personas del barrio y sugiere formas de satisfacerlas. El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Es imperioso que los obispos trabajen en estrecha colaboración con las presidentas de la Sociedad de Socorro en la administración del bienestar de la Iglesia.
Eso se realiza normalmente en la reunión mensual del comité de bienestar de barrio o, en ocasiones, en la reunión de consejo de barrio. Pero surgen emergencias, o podrán presentarse circunstancias en las que sea necesario una mayor confidencialidad, y, en esos casos, el obispo y la presidenta de la Sociedad de Socorro deben consultarse entre sí.
Cuando haya necesidades materiales en una familia, la presidenta de la Sociedad de Socorro es la persona mejor capacitada para ir al hogar en cuestión y evaluar las necesidades de la familia” (“El permanecer firmes e inquebrantables”, Reunión mundial de capacitación de líderes, 10 de enero de 2004, pág. 22).
4. A fin de evaluar las necesidades de bienestar, el obispo puede asignar a la presidenta de la Sociedad de Socorro para que visite en sus hogares a las familias o las personas necesitadas. Cuando realice ese tipo de visitas, denominadas “visitas de evaluación de las necesidades de una familia”, la presidenta debe ceñirse a las pautas descritas en el Manual de Instrucciones de la Iglesia, Libro 2, páginas 251--252, incluidas las siguientes:
a. “A fin de prepararse para hacer las visitas de evaluación de las necesidades de una familia, la presidenta de la Sociedad de Socorro debe buscar la orientación del Señor. La guía más segura en la tarea de brindar ayuda la constituye el Espíritu del Señor”.
b. “Al hacer la presidenta las preguntas durante las visitas, escucha con el corazón y permite que la hermana exprese tanto sus sentimientos como sus necesidades. Ayuda a cada una de las hermanas a mantener su percepción de su propia valía al ayudar a los miembros de la familia a ayudarse a sí mismos”.
En caso necesario, revise las siguientes precauciones de seguridad a las que deben ceñirse los líderes siempre que visiten los hogares de los miembros:
• Fije una cita para realizar la visita y lleve a alguien consigo.
• Dígale a alguien a dónde se dirige.
• Sea consciente de las posibles condiciones peligrosas o de inseguridad.
5. La presidenta de la Sociedad de Socorro puede preparar el impreso: Pedido del obispo: alimentos y mercaderías (33585 ó 31422) para que éste lo revise y lo firme. La presidenta debe remitir al obispo cualquier problema con el que se encuentre al trabajar con las personas receptoras de la ayuda, a fin de que se solucionen.
6. Bajo la dirección del obispo, la Sociedad de Socorro ayuda a los miembros a hallar soluciones a largo plazo para sus necesidades y a hacer planes para alcanzar la autosuficiencia (véase Manual de Instrucciones de la Iglesia, Libro 2, págs. 310--311).
Moisés 1:6
El élder Neal A. Maxwell, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Dios no vive en la dimensión del tiempo como nosotros; no sólo nos obstaculiza (tanto física como intelectualmente) nuestro estado finito sino también el encontrarnos en la dimensión del tiempo. Por otra parte, dado que ‘todas las cosas están presentes’ para Dios, Él no solamente predice basándose únicamente en el pasado. En una forma que no está clara para nosotros, Él ve el futuro en lugar de preverlo, ya que todas las cosas a la vez están presentes delante de Él” (Things As They Really Are,
1978, pág. 29; véase también Alma 40:8; D. y C.130:4–7).
Acerca del conocimiento de Dios de todas las cosas, el profeta José Smith enseñó: “Sin el conocimiento de todas las cosas, Dios no podría salvar a ninguna de Sus criaturas; ya que en virtud de ese conocimiento de todas las cosas que Él tiene, desde el principio hasta el fin, puede brindar ese conocimiento a Sus hijos, lo cual permite a éstos ser partícipes de la vida eterna. Si no fuese por el concepto que tienen los hombres de que Dios es poseedor de un conocimiento pleno, ellos no podrían ejercer fe en Él”
(Lectures on Faith, 1985, págs. 51–52; véase también
D. y C. 88:41; 93:8–36).
El conocimiento previo de Dios sobre todas las cosas no obstaculiza ni limita nuestra libertad para escoger el bien o el mal. El élder James E. Talmage, que fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió: “Muchas personas han llegado a creer que esta precognición de Dios es una predestinación por medio de la cual quedan señaladas las almas para gloria o condenación aun antes de su nacimiento en la carne, y sin consideración al mérito o indignidad del individuo. Esta doctrina herética trata de despojar a Dios de Su misericordia, justicia y amor; presentaría a Dios como un ser caprichoso y egoísta, dirigiendo y creando todas las cosas únicamente para Su propia gloria, sin importarle los sufrimientos de Sus víctimas. ¡Qué terrible! ¡Cuán ilógico este concepto de Dios! Conduce a la absurda conclusión de que el simple conocimiento de sucesos futuros va a obrar como fuerza determinante para efectuar dichas cosas. El conocimiento que Dios tiene de la naturaleza espiritual y humana le permite saber con exactitud lo que sus hijos harán en determinadas condiciones; sin embargo, este conocimiento ninguna fuerza compulsiva ejerce en aquel hijo” (Los Artículos de Fe, pág. 212).
lunes, 13 de agosto de 2007
jueves, 26 de julio de 2007
DEBEMOS ATESORARNOS
jueves, 19 de julio de 2007
UNA LIAHONA EN TODOS LOS HOGARES
AMOS 3:7 Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.
DyC 1:38 Lo que yo, el Señor, he dicho, yo lo he dicho, y no me disculpo; y aunque pasaren los cielos y la tierra, mi palabra no pasará, sino que toda será cumplida, sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo.
UNA LIAHONA EN TODOS LOS HOGARES
Queridos Hermanos:
Nuestro deseo es que haya revistas de la Iglesia en cada hogar Santo de los Últimos Días. La influencia fortalecedora y edificante de las revistas de la Iglesia puede bendecir a los miembros de ella de cualquier edad, especialmente en vista de las muchas influencias de los medios de comunicación que nos rodean.
Toda familia debe tener y utilizar la revista Liahona. Los padres y líderes deben prestar especial atención, para asegurarse de que los niños y los jóvenes tengan pleno acceso a ella. Alentamos a todos los miembros de la Iglesia a aprovechar esa importante fuente de recursos.
La Revelación moderna es escritura y se publica cada mes en la revista Liahona.
Muy atentamente
La Primera Presidencia
domingo, 1 de julio de 2007
MOISES 6:60
“El bautismo no es optativo si uno desea la plenitud de la salvación. Jesús dijo que las personas debían nacer del agua y del Espíritu (Juan 3:3–5).
Cuando Él envió a los Doce Apóstoles a enseñar el Evangelio, les dijo que todo aquel que creyera y se bautizara sería salvo; y quien no creyera sería condenado (Marcos 16:16)…
“El bautismo en el agua tiene varios propósitos. Es para la remisión de los pecados, para ser miembros de la Iglesia y para entrar en el reino celestial; es también la puerta que conduce a la santificación personal cuando a eso le sigue la recepción del Espíritu Santo” (véase en la Guía para el Estudio de las Escrituras, “bautismo”, pág. 23; véase también D. y C. 76:51–52).
Moisés 6:60. Justificación.
Ser justificado es ser hecho justo, o sea, libre de culpa y de pecado. El Espíritu Santo es el miembro de la Trinidad cuyo poder actúa como agente purificador que quita la culpa y el pecado de nuestra vida (véase 2 Nefi 31:17). El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “A través del derramamiento de la sangre de Cristo, somos limpiados y santificados; y somos justificados a través del Espíritu de Dios” (Doctrina de Salvación, tomo II, pág. 305).
Moisés 6:60. Santificación.
Ser santificado es ser santo y digno de la vida eterna y de la gloria inmortal (véase Moroni 10:32–33). Por medio de Su expiación perfecta, Jesucristo derramó Su sangre e hizo posible que todos los que tuviesen fe y se arrepintieran fuesen santificados (véase Mosíah 3:11, 18; Alma 34:10–16).
Por consiguiente, somos rescatados y santificados por la sangre de Cristo. El presidente Joseph Fielding Smith, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
“La Expiación por la cual los hombres son redimidos, la efectuó alguien sin mancha y sin contaminación. Tenía que ser alguien que tuviera vida en sí mismo y, por lo tanto, poder absoluto sobre la muerte. Ningún hombre mortal podía llevar a cabo la Expiación; es más, la Expiación debía ser efectuada por medio del derramamiento de sangre, ya que ésta es la fuerza vital del cuerpo humano…
“Las Escrituras están repletas de pasajes que enseñan que no podría haber remisión de los pecados sin el derramamiento de la sangre de Jesucristo” (en “Conference Report”, abril de 1956, pág. 127).
domingo, 17 de junio de 2007
Lengua de Angeles
Élder Jeffrey R. Holland
Nuestras palabras, así como nuestras acciones, deben estar llenas de fe y esperanza y caridad.
El profeta José Smith profundizó nuestro entendimiento del poder de las palabras cuando enseñó: “Todo ser actúa por medio de palabras… cuando obra mediante la fe. Dios dijo: ‘Sea la luz; y fue la luz’. Josué habló, y las grandes luces que Dios había creado se detuvieron. Elías dio una orden, y los cielos permanecieron quietos por el espacio de tres años y seis meses, de modo que no llovió… Todo eso se hizo por medio de la fe… Por tanto, la fe actúa mediante las palabras; y con [las palabras] se han llevado a cabo y se llevarán a cabo sus obras más poderosas”. Como todos los dones “que [vienen] de arriba”, las palabras son “[sagradas], y [deben] expresarse con cuidado y por constreñimiento del Espíritu”.
A causa de esta comprensión del poder y de la santidad de las palabras deseo hacer una advertencia, si fuese necesaria, en cuanto a la forma en que nos hablamos los unos a los otros y la forma en que nos expresamos sobre nosotros mismos.
Una línea de los textos apócrifos expresa la gravedad de ese asunto mejor que yo; dice así: “Las heridas causadas por azotes quedan en la piel; las heridas causadas por la lengua rompen los huesos”. Con esa desagradable imagen en la mente, me impresionó en forma particular leer en el libro de Santiago que había una manera mediante la que podía ser “varón perfecto”.
Santiago dijo: “Porque todos ofendemos muchas veces. [Pero] si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”.
Siguiendo con la imagen del freno, escribe: “He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.
“Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón…”
Entonces Santiago señala: “…la lengua es [también] un miembro pequeño… [Pero] he aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
“…la lengua es un fuego… entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo… y… es inflamada por el infierno.
“Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar… ha sido domada por la naturaleza humana;
“pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
“Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.
“De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así”.
Y bien, ¡ésas son palabras sumamente francas! Obviamente, Santiago no quiere decir que nuestras lenguas sean siempre inicuas, ni que todo lo que digamos esté “[lleno] de veneno mortal”, pero claramente quiere decir que por lo menos algunas de las cosas que decimos pueden ser destructivas, e incluso venenosas, ¡y ésa es una acusación escalofriante para un Santo de los Últimos Días! La voz que expresa un testimonio sincero, que pronuncia fervientes oraciones y que canta los himnos de Sión, puede ser la misma voz que vitupera y critica, que avergüenza y denigra, que ocasiona dolor y destruye el espíritu de uno mismo y con ello, el de los demás. “De una misma boca proceden bendición y maldición”, se lamenta Santiago; “Hermanos [y hermanas] míos”, dice, “esto no debe ser así”.
¿Es esto algo en lo que todos podríamos mejorar aunque sea un poco? ¿Es éste un aspecto en el que todos podríamos esforzarnos por asemejarnos más a un varón o una mujer “perfectos”?
Pablo lo expresó con franqueza, pero con mucha esperanza, al decirnos a todos: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino [sólo] la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios…
“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia…
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”.
En su profundamente conmovedor testimonio final, Nefi nos exhorta a “[seguir] al Hijo [de Dios] con íntegro propósito de corazón”, prometiendo que “después de… [haber] recibido el bautismo de fuego y del Espíritu Santo… [podréis] hablar con una nueva lengua, sí, con la lengua de ángeles… ¿Y cómo podríais hablar con lengua de ángeles sino por el Espíritu Santo? Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; por lo que declaran las palabras de Cristo…”. Verdaderamente Cristo fue y es “el Verbo”, según Juan el Amado, lleno de gracia y de verdad, lleno de misericordia y de compasión.
Por tanto, hermanos y hermanas, en esta larga y eterna empresa de ser más como nuestro Salvador, ruego que tratemos de ser ahora hombres y mujeres “perfectos” por lo menos de esta manera: al no ofender en palabra, o dicho de manera más positiva, al hablar con una nueva lengua, la lengua de ángeles. Nuestras palabras, así como nuestras acciones, deben estar llenas de fe y esperanza y caridad, los tres grandes principios cristianos que el mundo necesita tan desesperadamente hoy día. Con palabras como esas, pronunciadas bajo la influencia del Espíritu, se pueden secar lágrimas, sanar corazones; se pueden edificar vidas, restituir la esperanza y hacer prevalecer la confianza. Ruego que mis palabras, incluso en cuanto a este difícil tema, les den ánimo y no desaliento; que oigan en mi voz que les amo, porque así es; y lo que es más importante, por favor, sepan que su Padre Celestial les ama, así como Su Hijo Unigénito. Cuando Ellos les hablen, y lo harán, no será en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino que será con un silbo apacible y delicado, una voz tierna y bondadosa será con la lengua de ángeles. Que nos regocijemos en la idea de que cuando decimos cosas edificantes y alentadoras al menor de éstos, nuestros hermanos y hermanas y a los pequeños, se las decimos a Dios. En el nombre de Jesucristo. Amén.
domingo, 20 de mayo de 2007
miércoles, 25 de abril de 2007
lunes, 23 de abril de 2007
APRENDAMOS DE LAS ESCRITURAS
Moisés 1:4–6. Moisés es un hijo de Dios.
Todas las personas de la tierra son hijos espirituales de Dios, nuestro Padre Celestial. En un discurso que la
Primera Presidencia escribió en 1909, titulado el “Origen del hombre”, dijo: “El hombre es hijo de Dios, formado
a la imagen divina e investido de atributos divinos, y así como un hijo de madre y padre terrenales puede llegar
a ser un hombre a su debido tiempo, así la progenie aún sin desarrollar y que viene de padres celestiales puede,
mediante el aprendizaje a través de las épocas y de los siglos, evolucionar hasta llegar a ser un Dios” (véase Mi
reino se extenderá, pág. 78; véase también Hechos 17:27–28; Hebreos 12:9; Marion G. Romney, Learning for the Eternities, George J. Romney, comp. 1977, págs. 31–32).
Moisés 1:6. “Aparte de mí no hay Dios”.
La frase “aparte de mí no hay Dios” no debe interpretarse como que el género humano no tiene el potencial eterno
de llegar a ser como Dios. En un discurso que la Primera Presidencia dio en 1912 acerca de Moisés 1:6, ofreció un
contexto histórico con el fin de ayudarnos a comprender esa frase: “Moisés se crió en un ambiente idólatra, ya que entre los egipcios había gran número de dioses. Al comenzar la obra que el Señor dijo a Moisés que tenía para él, era necesario
que éste concentrara sus pensamientos y su fe en Dios el Padre Eterno como el único Ser al cual adorar… “…El solo objeto de adoración, Dios el Padre Eterno, ocupa un lugar supremo y único, y es sólo en el nombre del Unigénito que, para ese propósito, nos acercamos a Él, como Cristo siempre enseñó” (“Only One God to Worship”, Improvement Era, abril de 1912, págs. 484–485).
El élder Boyd K. Packer, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “El Padre sí es el único Dios verdadero.
Por cierto que nadie le superará, ni nadie ocupará Su lugar. Tampoco nada cambiará la relación que nosotros, Su
progenie literal, tenemos con Él. Él es Elohim, el Padre. Él es Dios. Sólo hay Uno como Él. Reverenciamos y adoramos a nuestro Padre y nuestro Dios” (véase “El modelo de nuestro Progenitor”, Liahona, enero de 1985, pág. 56
miércoles, 11 de abril de 2007
lunes, 9 de abril de 2007
APRENDAMOS DE LAS ESCRITURAS
MOISÉS 1:1-11
Moisés 1:1. “Moisés fue arrebatado a una montaña extremadamente alta”.
La visión que se registra en Moisés 1 tuvo lugar después de que Jehová habló a Moisés desde la zarza que ardía pero antes de que éste sacara a los hijos de Israel de Egipto y cruzaran el Mar Rojo (véase Moisés 1:17, 25–26).
Moisés 1:2, 9–11. ¿Cómo pudo soportar Moisés la presencia de Dios?
Moisés pudo soportar la presencia de Dios porque “la gloria de Dios cubrió a Moisés” (Moisés 1:2); fue transfigurado (véase el versículo 11; véase también D. y C. 67:10–12).
El élder Bruce R. McConkie, que fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió:
“La transfiguración es un cambio especial que experimenta la apariencia y la naturaleza de una persona o cosa por medio del poder de Dios. Esa transformación divina eleva a la persona desde un estado más bajo a uno más alto y da como resultado una condición más exaltada, admirable y gloriosa…
“Por medio del poder del Espíritu Santo, muchos profetas han sido transfigurados para poder estar en la presencia de Dios y presenciar visiones de la eternidad” (Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 803).
Moisés 1:3–8. ¿Quién habló a Moisés?
El personaje que le habló a Moisés fue el Jesucristo premortal, que es Jehová, el Dios del Antiguo Testamento.
martes, 3 de abril de 2007
Enriquezcan su matrimonio
Segundo Consejero de la Primera Presidencia
Cómo enriquecer un matrimonio
Tal vez se pregunten: “¿Qué se hace para enriquecer constantemente un matrimonio?”. Edificamos nuestro matrimonio con amistad, confianza e integridad infinitas, y también al sostenernos mutuamente y cuidar el uno del otro en nuestras dificultades. Adán dijo refiriéndose a Eva: “…Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Génesis 2:23). Hay unas preguntas sencillas pero importantes que toda persona, ya sea que esté casada o que esté pensando en casarse, debería hacerse con franqueza en su esfuerzo por llegar a ser “una carne”, y son:
Primera: ¿Soy capaz de anteponer mi matrimonio y mi cónyuge a mis propios deseos?
Segunda: ¿Mi dedicación a mi cónyuge está por encima de cualquier otro interés?
Tercera: ¿Es mi cónyuge mi mejor amigo?
Cuarta: ¿Siento respeto por la dignidad de mi cónyuge como persona de valor?
Quinta: ¿Nos peleamos por asuntos de dinero? El dinero en sí no es la causa de la felicidad de una pareja, ni su carencia necesariamente la causa de su infelicidad; sin embargo, pelearse por cuestiones de dinero suele ser un síntoma de egoísmo.
Sexta: ¿Existe entre nosotros un vínculo de santificación espiritual?
Levantemos puentes que enriquezcan
Existen diversos factores clave que contribuyen al enriquecimiento de un matrimonio.
La oración. Una mejor comunicación puede enriquecer nuestro matrimonio y un aspecto importante de esa comunicación es el orar juntos. Eso limará muchas de las asperezas, si las hay, entre la pareja antes de retirarse a dormir. No quiero hacer demasiado hincapié en las diferencias, pero éstas son reales y aportan interés a la vida. Creo que nuestras diferencias son como pequeñas pizcas de sal que dan más sabor a nuestro matrimonio.
Nos comunicamos de miles de maneras: con una sonrisa, un roce del cabello, una caricia. Cada día debemos acordarnos de decir “Te quiero”. El esposo debe decirle a su esposa: “¡Qué hermosa eres!”. Otras palabras importantes que ambos cónyuges deben decirse cuando sea pertinente son: “Lo siento”. El saber escuchar es también una forma excelente de comunicarse.
La confianza. La confianza mutua constituye uno de los factores más valiosos en el matrimonio. Nada hay que devaste más la médula de la confianza mutua, tan necesaria para mantener una relación íntegra, como la infidelidad. El adulterio jamás es justificable. A pesar de esa destructiva experiencia, hay matrimonios que de vez en cuando se salvan y familias que se preservan. Para que eso suceda, es
necesario que la parte ofendida sea capaz de brindar una cantidad infinita de amor que le permita perdonar y olvidar.
Requiere que el ofensor desee desesperadamente lograr el arrepentimiento y abandonar el pecado.
Nuestra lealtad hacia el compañero eterno no debe ser solamente física sino también mental y espiritual. Puesto que después del matrimonio no existen coqueteos inofensivos ni hay lugar para los celos, es mejor evitar toda especie de mal”, rechazando todo contacto cuestionable con cualquier persona que no sea nuestro cónyuge.
La virtud. La virtud es el poderoso elemento que une a la pareja. El Señor dijo: “Amarás a tu esposa con todo tu corazón, y te allegarás a ella y a ninguna otra” (D. y C. 42:22).
La presencia divina. De todo aquello que puede bendecir al matrimonio, existe un ingrediente especial, uno que lo enriquece y que permitirá, más que ningún otro, que un hombre y una mujer permanezcan unidos en un sentido muy real, espiritual y sagrado: la presencia divina. Shakespeare dijo por boca de la reina Isabel en Enrique V: “Dios, el Hacedor de todos los matrimonios, combine vuestros corazones en uno’’ (acto V, escena II, líneas 67–68). Dios es también el mejor custodio de todo matrimonio.
Muchos son los factores que enriquecen el matrimonio, aunque algunos parecerían no tener la misma importancia que otros.
Gozar de la compañía de la divina presencia y disfrutar de sus frutos constituye la esencia de una gran felicidad matrimonial. La unidad espiritual es el ancla, pero los pequeños problemas que se presenten
relativos al aspecto espiritual del matrimonio a menudo pueden ser la causa de que éste fracase.
Creo que aumenta el número de divorcios porque en muchos casos la unión carece de la bendición santificadora que es fruto de la observancia de los mandamientos de Dios. La relación matrimonial puede
morir a causa de la falta de alimento espiritual.
El diezmo. Tras casi veinte años de servicio como obispo y como presidente de estaca, aprendí que el pago del diezmo es un excelente seguro contra el divorcio. El pago del diezmo parece contribuir a mantener recargada la batería espiritual para que podamos perseverar aun en las épocas en que el generador
espiritual no funcione.
No existe una música grandiosa ni majestuosa que produzca constantemente la armonía de un gran amor; la música más perfecta es la amalgama de dos voces en una sola canción espiritual. El matrimonio es el medio provisto por Dios para el cumplimiento de las más grandes necesidades humanas, y se basa en el respeto mutuo, la madurez, el desinterés, la decencia, la dedicación y la honradez. La felicidad que produce el matrimonio y el ser padres excede mil veces cualquier otro tipo de felicidad.
Ser padres. Cuando los cónyuges se convierten en padres, el alma del matrimonio se ve grandemente ennoblecida y el proceso de desarrollo espiritual cobra una fortaleza inmensa. Para las parejas que pueden tener hijos, el ser padres es la fuente de la mayor de las felicidades. Los hombres se conviertan en mejores personas porque al ser padres deben cuidar de sus familias; las mujeres alcanzan su plenitud porque al ser madres deben olvidarse de sí mismas. Todos comprendemos mejor el pleno significado
del amor cuando nos convertimos en padres; sin embargo, si los hijos no vienen, las parejas que estarían igualmente preparadas para recibirlos con amor serán honradas y bendecidas por el Señor de acuerdo con su fidelidad. De todos los santuarios de este mundo, nuestro hogar debe ser uno de los más sagrados.
En el proceso de enriquecer el matrimonio, las cosas pequeñas son las realmente importantes. Debe haber un aprecio mutuo constante y una demostración atenta de gratitud. Para que haya progreso, la pareja debe alentarse y ayudarse mutuamente. El matrimonio es una empresa conjunta en busca del bien, de la belleza y de todo lo divino.
El Salvador ha dicho: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
Ruego que la presencia de Dios enriquezca y bendiga a todos los matrimonios y los hogares, en especial a los de Sus santos, como parte de Su plan eterno.
miércoles, 21 de marzo de 2007
martes, 6 de marzo de 2007
Aniversario de la Sociedad de Socorro
1842-2007
Durante el período de Nauvoo, las mujeres de la Iglesia fueron bendecidas con una nueva organización, que tuvo sus comienzos cuando varias hermanas, dirigidas por Sarah M. Kimball, constituyeron un grupo con el fin de confeccionar camisas para los hombres que trabajaban en el templo y bosquejaron un plan reglamentario similar a los de otras sociedades femeninas de la época; pero cuando consultaron con José Smith, él se ofreció para organizarlas de acuerdo con el modelo del sacerdocio. El 17 de marzo de 1842, en una reunión de dieciocho mujeres y bajo la dirección del Profeta, se organizó la Sociedad de Socorro de Mujeres de Nauvoo, con Emma Smith como Presidenta; de esa manera, según lo expresó José Smith, se cumplió una revelación que había recibido él en la que se afirmaba que ella era “una dama elegida” (D. y C. 25:3). El objeto de la nueva organización era dedicarse “al alivio del pobre, el destituido, la viuda y el huérfano, y al ejercicio de todo propósito benevolente”.
El 28 de abril el Profeta impartió a las hermanas otros consejos y les hizo promesas. Les aconsejó que trataran a su marido “con mansedumbre y afecto” y que lo recibieran “con una sonrisa en lugar de un reproche o una queja”, recordándoles que cuando una persona está desalentada, necesita “el solaz del cariño y la bondad”. Después de prometerles que recibirían las instrucciones debidas por medio del orden del sacerdocio, les dijo: “Ahora doy vuelta a la llave en beneficio de vosotras en nombre del Señor; y esta sociedad se regocijará y de aquí en adelante fluirán hacia ella el conocimiento y la inteligencia; este es el comienzo de días mejores para el pobre y el necesitado, quienes se regocijarán e invocarán bendiciones sobre vuestras cabezas”.
Aunque en aquellos días las mujeres de la Iglesia tenían que llenar una solicitud para ser miembros de la Sociedad de Socorro, ésta se hizo muy popular y sus filas aumentaron rápidamente; para la época en que asesinaron a José Smith, el número de mujeres afiliadas a la sociedad era de más de mil trescientas. Debido a la terrible crisis que creó el asesinato del Profeta y el forzado éxodo hacia el Oeste, con la subsecuente colonización, hubo muy pocas reuniones de la Sociedad de Socorro hasta que ésta se reorganizó en 1867.
La expansión de las organizaciones auxiliares.
Como ya se ha mencionado, la primera de las organizaciones auxiliares de la Iglesia en recibir nuevo incentivo y consolidación de los líderes generales de la Iglesia fue la Sociedad de Socorro. Desde su arribo a Deseret, las hermanas de la Iglesia habían ejemplificado los ideales de trabajo y de servicio compasivo que habían aprendido del profeta José Smith en sus reuniones de la Sociedad en Nauvoo. Para 1858, había grupos de esta organización funcionando en diez
barrios de Salt Lake City, así como en Ogden, Provo, Spanish Fork y Nephi.
Pero el traslado hacia el sur, causado por la inminente llegada del ejército de Johnston, interrumpió la labor de la Sociedad de Socorro.
En diciembre de 1867, el presidente Brigham Young autorizó a la hermana Eliza R. Snow para restablecer los grupos de la Sociedad de Socorro en Salt Lake City. Durante los dos años siguientes el Profeta promovió oficialmente este programa e instruyó a todos los obispos a cooperar con la hermana Snow y sus consejeras, Zina Diantha Huntington Young y Elizabeth Ann Whitney, mientras éstas viajaban por todo el territorio estableciendo ramas de la organización. Las hermanas que vivían en las colonias recorrían varios kilómetros —a veces en carruaje o carreta, a veces a caballo o en mula, e incluso a pie— con el fin de asistir a las reuniones de la Sociedad de Socorro que se hacían dos veces por mes; una de dichas reuniones era para coser y atender a las necesidades de los pobres; en la otra se trataban formas de elevar los temas educativos y espirituales y se expresaba el testimonio.
En los últimos años de su vida, Brigham Young encomendó a la Sociedad de Socorro varias “misiones” especiales. En 1873 dio instrucciones a todas las presidentas de Sociedad de Socorro de que eligieran a tres jóvenes para estudiar higiene y enfermería; en 1875 llamó a Zina Young para establecer la sericultura (cultivo de gusanos de seda y producción del género) entre las
hermanas de todas las colonias. El “Evangelio de la seda” fue durante muchos años una actividad de mayor importancia entre las hermanas de la Iglesia, que se afanaban por producir la seda necesaria para su propia ropa y para los templos y las casas de reuniones de la Iglesia. En 1876, el Profeta llamó a Emmeline B. Wells para encargarse de dirigir un programa para
ahorrar grano; debían ahorrar trigo y almacenarlo para tiempos de escasez. El presidente Young también estaba constantemente animando a las hermanas a apoyar todas las industrias caseras que fomentaban el movimiento cooperativo y el de la orden unida, y a participar en ellas.
Un grupo de hermanas estrechamente relacionadas con la Sociedad de Socorro promovió, además, la publicación de un periódico femenino; el emprendedor periódico bimensual Woman’s Exponent comenzó a aparecer en1872, y Louisa Lula Greene Richards fue su primera editora. “El objeto de este periódico será tratar todo tema que sea interesante y de valor para la mujer.
Contendrá un breve pero detallado resumen de las noticias de actualidad, tanto locales como generales, ideas para el hogar, asuntos relativos a la educación, artículos sobre la salud y la moda, correspondencia, editoriales sobre temas de interés que se consideren apropiados y otros tipos de material de lectura”. El Woman’s Exponent contribuyó a la unidad entre las hermanas de todas las colonias fomentando diversas causas.
Durante el siglo diecinueve, la Sociedad de Socorro había organizado programas de costura u otros proyectos de trabajo con el objeto de ayudar a los necesitados. En 1902, la sociedad comenzó por todo el mundo las “clases para las madres”; al principio, las organizaciones locales proveían sus propios materiales de estudio; pero en 1914, la mesa directiva general publicó lecciones uniformes para esas clases semanales. Al poco tiempo, se estableció un programa por el cual la primera semana se estudiaba teología, y las siguientes administración del hogar, literatura y relaciones sociales, respectivamente.
Homenaje a la Sociedad de Socorro
Más de veinte mil miembros de la Iglesia se reunieron para la dedicación de los monumentos de la Sociedad de Socorro a la mujer, que tuvo lugar en Nauvoo, Illinois, en 1978; las trece estatuas de bronce se levantan en un parque de casi una hectárea de superficie. “Las estatuas representan diversas facetas de la influencia de la mujer...
“El presidente Kimball hizo el siguiente comentario con respecto al jardín adornado de estatuas: ‘Al recorrerlo, ese jardín nos hace recordar la grandiosa y potente influencia que tiene la mujer en el mundo’ “.
El monumento de la Sociedad de Socorro a la mujer consiste en trece estatuas de tamaño natural y está situado en un hermoso jardín que se halla detrás del centro de visitantes de La
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en Nauvoo, Illinois. Ese monumento fue dedicado del 28 al 30 de junio de 1978.